Trinidad, Cuba
En 2014 se cumplen 500 años desde que los conquistadores españoles fundaran la pequeña ciudad cubana de Trinidad, una de las villas más prósperas de la Corona Española en el siglo XVI. Declarada como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, Trinidad esta rodeada de naturaleza: en el sur, la ciudad mira hacia el mar, mientras que en el norte está abrigada por la Sierra de Escambray. La Playa de Ancón es la más conocida de Trinidad y una de las más hermosas de toda la isla. Sus aguas cristalinas y su arena blanca forman un idílico paraíso. No hay mejor excusa que cumplir medio milenio para viajar hasta aquí.
Como detenida en el tiempo, Trinidad invita a recorrer los museos, calles adoquinadas y plazas e iglesias de una ciudad Patrimonio de la Humanidad aún con el esplendor de su fundación en 1514. Calles empedradas, balaustradas de madera, balcones corridos, carros de caballos y la gente afable y sencilla, son rasgos que distinguen Trinidad. En este destino es recomendable el placer de darse un buen baño de mar en las playas Ancón la mejor del sur de la Isla-, y María Aguilar, e irse en excursión a los verdes parajes de Topes de Collantes, corazón de la Sierra del Escambray.
Ubicada en la central provincia de Sancti Spiritus, la antaño conocida como Villa de la Santísima Trinidad tuvo su origen hacia el 1514, para colocarse entre las siete primeras villas fundadas por los españoles en el archipiélago cubano. Casonas coloniales, amplias, cómodas y ventiladas, palacios donde el lujo y el derroche hicieron de las suyas para integrarse al arte colonial cubano, convierten a Trinidad en una indiscutible joya urbanística y arquitectónica de antaño. El signo decorativo característico de las viviendas de la ciudad tiene su base en la ornamentación neoclásica, reflejada en murales, molduras, marcos de madera y en las caprichosas formas que los forjadores del hierro lograron imprimirle, para que se convirtiera en uno de los mayores encantos de la ciudad.
En la Plaza Mayor, eje central de la antigua villa, se localiza una estatua de Terpsícore -musa de la danza y la música-, acompañada de la singular belleza de la iglesia de la Santísima Trinidad, fiel guardián de valiosas piezas del tesoro religioso de la isla. Entre ellas se incluyen el Cristo de la Vera Cruz, unido a un altar de mármol dedicado al culto de la Virgen de la Misericordia, único de su género en el país. Las plazas de Santa Ana y de las Tres Cruces, el Campanario de San Francisco y numerosos palacetes aportan un toque de belleza única a la ciudad, la cual dedica cada año enormes esfuerzos a la conservación de las edificaciones centenarias que en ella se localizan.
Entre los inmuebles de mayor relevancia esta el Palacio del Conde Brunet, actual sede del Museo Romántico, y cuyo primer propietario estuvo también vinculado con la construcción de un teatro que llevó su nombre y la puesta en marcha de un ferrocarril entre la urbe y el puerto de Casilda. En las 14 salas del museo se exponen piezas de artes decorativas, entre ellas porcelanas y cristalería, ricas en pinturas policromadas y líneas doradas, muchas de ellas encargadas directamente a fábricas europeas de la época. Entre los inmuebles de mayor importancia también esta el palacio de Cantero, con tres pisos y un mirador, mientras el de Borrell atribuye su fama vinculada a los cuadros pintados en sus paredes.
A una docena de kilómetros de la villa se extienden las suaves arenas de Playa Ancón, dueña de cálidas y tranquilas aguas tributadas por el Mar Caribe, en un ambiente que constituye una invitación a la practica de deportes náuticos, con unos 30 puntos para el inmersionismo.
Playa Ancon, Trinidad
Playa Ancon, Trinidad
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